Maria Kang
Duodécimo
En Argentina y en Uruguay, se forman dos autores hispanoamericanos quienes en su vida literaria logran dominar el arte de lo fantástico rompiendo las barreras de la realidad. Estos escritores son Julio Cortázar y Horacio Quiroga. Ignorando los límites predefinidos de la realidad por la sociedad, imponen una nueva regla en sus obras: la ausencia de las reglas. Con esta nueva libertad de creación, “las contradicciones entre el mundo imaginario y el mundo real salen a la superficie y se vuelven conflictivas” en sus obras como “Continuidad de los parques” y “La noche boca arriba” de Cortázar, y “El hijo” y “El hombre muerto” de Quiroga (El Cuento Fantástico, 7). A pesar de que ambos corren hacia la misma meta de mezclar lo real con lo irreal, cada uno presenta su propia forma de desempeñar este trabajo.
Julio Cortázar, uno de los escritores argentinos más reconocidos por los críticos, presenta una visión clara sobre este mundo donde lo imposible se vuelve posible. Cortázar cree que el sentimiento de lo fantástico, la duda sobre realidad, es universal: “ese sentimiento… podríamos calificarlo de extrañamiento; en cualquier momento les puede suceder a ustedes, les habrá sucedido, a mí me sucede todo el tiempo” (El sentimiento de lo fantástico, 24). Según Cortázar, existe un intermedio entre los dos mundos donde se originan la duda sobre la realidad. En “Continuidad de los parques”, fácilmente se puede captar que existen dos mundos: uno del lector y otro de la esposa infiel. También en “La noche boca arriba,” tenemos al mundo actual del motociclista y al mundo de la guerra florida donde un indio moteca huye de los aztecas. Al final de la mayoría de sus cuentos, Cortázar invita al lector a ser parte del relato dejando el final abierto. Uno no puede estar seguro de si el lector de “Continuidad de los parques” fue asesinado por el amante de la mujer. Uno tampoco puede concluir que el indio moteca de “La noche boca arriba” fue sacrificado por los aztecas. La combinación de la claridad de la división de dos mundos y la incertidumbre del final abierto hace que sus cuentos sobresalgan entre las más refinadas de este arte.
En contraste, Horacio Quiroga, el cuentista rioplatense de las generaciones, posee una visión negativa y vaga sobre lo fantástico. Para Quiroga, el verdadero sentimiento de lo fantástico puede ser realmente entendido sólo por los más dotados. Diferente a la clara división de los mundos en las obras de Cortázar, las de Quiroga no tiene dos mundos claramente separados. Se podría decir que el cuento “permanece dentro de los parámetros del realismo, y la irrealidad queda allí reducida al nivel psicopatológico” (Horacio Quiroga, 320). En “El hijo,” la irrealidad entra en el relato recién con la alucinación del padre: “Sonríe de alucinada felicidad… Pues ese padre va solo… Porque tras él, al pie de un poste y con las piernas en alto, enredadas en el alambre de púa, su hijo bien amado yace al sol, muerto desde las diez de la mañana” (El hijo, 325). Los lectores no pueden participar indirectamente en las obras de Quiroga porque éste ya presenta un final claro. En “El hombre muerto,” el texto comunica con intensidad que el protagonista de la obra murió a causa de caer sobre su propio machete, al cruzar un alambrado: “… tranquilizado al fin, se decide a pisar entre el poste y el hombre tendido - que ya ha descansado” (Hombre Muerto, 367). En el caso de Quiroga, la combinación de dos mundos fusionados y un final claro hace que sus cuentos se diferencien de las obras de Cortázar.
A pesar de ser tan distintos en el estilo y la forma de presentar el sentimiento de lo fantástico, ambos tienen una sola meta principal: llevar a cabo la libertad de la creación con lo fantástico. Ambos autores están de acuerdo que el “mundo fantástico es el mundo de lo imposible que se vuelve posible; de lo informe que toma forma; de lo invisible que se ve…, de lo irreal que se vuelve real” (El cuento fantástico, 9). En la mayoría de sus obras, presentan un final rápido y sorpresivo. Durante las primeras partes de la “La noche boca arriba”, el autor hace creer al lector que el mundo del motociclista es real y lo de la guerra florida es sólo un sueño. Pero al final el lector se da cuenta de que el mundo de la Guerra Florida no era un sueño: “…ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa” (La noche boca arriba, 15). Parecido a Quiroga quien trata de captar la atención desde el principio picando la curiosidad del lector con su ““estructura de concentrado interés”, Cortázar busca crear una “presencia alucinante que se instale desde las primeras frases para fascinar al lector” (Redonnet, 504). Estas características compartidas ayudan a que sus obras presenten el choque entre lo posible y lo imposible en una forma más eficiente y clara.
Julio Cortázar y Horacio Quiroga, dos cultores eximios del arte fantástico, permiten a sus lectores explorar un mundo distinto que está más allá de nuestra imaginación en sus maneras distintas. Cortázar crea un mundo intermedio entre el mundo irreal y el mundo real. Por otro lado, Quiroga presenta un mundo donde lo irreal y real ocurren al mismo tiempo. Se puede decir que “El sur” escrito por Jorge Luis Borges es una perfecta combinación del estilo de Cortázar y de Quiroga. Por un lado, existe dos realidades distintas: una en el hospital y otra en el Sur. Por otro, podemos decir que existe sólo un mundo donde la división entre irrealidad y realidad no es clara. Como podemos ver, todos los escritores de los cuentos fantásticos comparten esa pasión de jugar con el tiempo y el espacio en su propio mundo de letras.
Notas:
Literatura V (Las Letras en la América Hispana) María Luisa de Serrano Redonnet, Alicia de López, Stella de Caso Ward… Editorial Estrada, Sao Paulo, 1993.
Nueva Narrativa Hispanoamericana. Donald L. Dhaw. Editorial Cátedra. Madrid, 1999.
Lengua y Literatura 6. Daniela Rovatti, Elizabeth Daghlian,María del Carmen Pompa,…Editorial Santillana, Asunción, 2001
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